Noticias
Nos ponemos las gafas violetas. Apuntes para pensar tiempos y trabajos desde una perspectiva feminista
- 08/03/2023
- Publicado por: Maite Laborde
- Categoría: Noticias Uncategorized
Por Analé Barrera
Docente de la Lic. en Trabajo Social (CCC)
Hay que levantarse para ir a la escuela. La ropa nos espera extendida en la punta de la cama. Refregándonos los ojos, llegamos a la cocina: ya está listo el desayuno. La mochila cuelga del respaldar de la silla. Costó, pero finalmente salieron los problemas de matemáticas. El guardapolvo está planchado y tiene olor a limpio.
La abuela se cayó y hay que ir a cuidarla.
La vecina tiene que salir a trabajar y no sabe con quién dejar al nene.
El grupo de mamis del jardín tiene 48 mensajes nuevos.
¿A quiénes imaginan preparando el desayuno, ayudando con la tarea, cuidando a la abuela, haciéndole la segunda a la vecina o contestando mensajes sobre dónde conviene comprar un cuaderno más barato?
El trabajo doméstico y de cuidados ha sido históricamente atribuido a las mujeres; desdibujado y confundido con estereotipos sobre “lo femenino”. Se trata de un trabajo tan “esencial” como dado por hecho. (La pandemia nos enseñó una o dos cosas al respecto).
En esta nota, ante un nuevo 8 de marzo, nos proponemos ensayar algunos apuntes acerca de la distribución de tiempos y trabajos en nuestra sociedad desde una perspectiva feminista.
Aportes de la Economía feminista
Reconocer que limpiar, lavar, cocinar, administrar el hogar y cuidar es trabajo; tiene consecuencias no sólo en cómo se entiende el trabajo doméstico en sí (¿debería recibir un salario?, ¿qué pasa con la jubilación?), sino que también repercute en la mirada que tenemos sobre toda la sociedad.
Desde la economía feminista (Rodríguez Enríquez, 2015)[i] se propone la metáfora del iceberg para dar cuenta de todo el trabajo que hacen las mujeres y que no es visto por la ciencia económica convencional. Del agua sobresalen el sistema financiero, el mercado, la intervención estatal en la economía y, por debajo, los puntales para la sostenibilidad de la vida: el trabajo doméstico y de cuidados, la naturaleza y las redes comunitarias.
A su vez, la sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados incide en los modos en los que las mujeres nos insertamos en el mercado laboral. Las siguientes nociones nos ayudan a describir las expresiones de la división del trabajo por género (Young, 1992).[ii]
Piso pegajoso: Con esta figura, se hace referencia a los obstáculos reales y barreras invisibles –hechas de prejuicios y reglas no escritas– que impiden a las mujeres crecer en sus ámbitos de trabajo a la par que los varones con similares aptitudes. Asimismo, esta noción expresa no sólo las dificultades de ascender en una empresa, sino también la mayor representación de las mujeres en los segmentos más pobres de la población, en la base de la pirámide socio-económica.
Techo de cristal: Estrechamente ligada a la imagen anterior, la noción de “techo de cristal” expresa la existencia de límites implícitos, pero bien reales. En su libro “Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour)” Mercedes D’Alessandro[iii] sostiene que en América Latina, “se suele decir que más que de cristal, las latinas enfrentan un techo de hierro, más denso y difícil de romper aún. Según el Latin Trade Ranking, las mujeres solo ocupan el 5,6 por ciento de las sillas de los directorios de las 100 empresas más grandes y entre las 500 empresas más grandes de la región solo 9 tienen una mujer en la presidencia (el 1,8 por ciento del total).” En este punto, vale retomar un dato tan ridículo como irrisorio: “en las primeras 1500 empresas que cotizan en Wall Street, hay más directores llamados John, Robert, William o James que mujeres como directoras”. (D’Alessandro, 2013: 101)
Paredes de cristal: Se llama “paredes de cristal” a los obstáculos que existen para que las trabajadoras se desempeñen en actividades asociadas a “lo masculino”. D’Alessandro lo ilustra de la siguiente manera: “ser albañil, relator de futbol o gobernador aparecen como cosas de hombres (y las estadísticas lo reflejan). Hace cincuenta años las mujeres estaban mayoritariamente restringidas al hogar y a tener hijos, solo 2 de cada 10 trabajaban en el mercado laboral; tanto en el presente como en 1900, sus principales ocupaciones han sido empleada doméstica, maestra y enfermera, la segmentación de tareas por sexo casi no cambió en el último siglo.” (D’Alessandro, 2013: 37)
Laberintos de cristal: este concepto es alternativo al de Techo de cristal y, en lugar de concebir la carrera laboral de forma ascendente y unidireccional, hace hincapié en las experiencias de mujeres jóvenes y sus trayectorias laborales, observando marchas y contramarchas. Sostiene Burin[iv]: “la imagen de cristal se debe a que perciben sus paredes como transparentes: a través de las paredes del laberinto pueden ver otras mujeres que, como ellas, circulan por él buscando variados caminos para seguir avanzando, pero sin lograr comunicarse con sus pares para elaborar conjuntamente sus conflictos.” (Burin, 2021: 357)
Jornada laboral y la “pobreza de tiempo”: “El trabajo de una mujer nunca se termina” es la traducción del título de un clásico artículo en inglés, escrito por la feminista canadiense Peggy Morton. Esta consigna apareció en protestas y campañas realizadas en EEUU y Gran Bretaña, y expresa la idea de que aún cuando las mujeres consiguen salir de la reclusión del hogar y trabajar a cambio de un salario; siguen cargando con las tareas domésticas y de cuidado. En Argentina, según la Encuesta de Uso Social del Tiempo realizada en 2021[v] (ver Indec), la participación de las mujeres en el trabajo no remunerado (que incluye trabajó doméstico, de cuidado a integrantes del hogar y de apoyo a otros hogares, a la comunidad y voluntariado) es siempre al menos algo mayor que la de los varones. Sin embargo, lo que se destaca especialmente es la diferencia en lo que refiere a la carga horaria: mientras los varones destinan 3.30 horas por día al trabajo de cuidado, las mujeres casi duplican ese tiempo (6.07 horas).
¿Qué haríamos si tuviéramos más tiempo?
Los trabajos que sostienen la vida
Si bien el capitalismo no inventó la subordinación de las mujeres, sí se montó sobre ella y estableció nuevas formas de sexismo. Como plantean Nancy Fraser, Cinzia Arruza y Tithi Bhattacharya[vi] en su Manifiesto por un Feminismo del 99%, la clave fue separar la creación de personas (people making) de la obtención de beneficios (profit making), asignando el primero de esos trabajos a las mujeres y subordinándolo al segundo. La tarea de “people making” no tiene que ver únicamente con gestar y parir… sino con criar, cuidar, socializar, educar: son las tareas para la sostenibilidad de la vida. No implican sólo al ámbito doméstico, sino que también involucran el espacio público y comunitario. En conjunto, remiten al proceso de “reproducción social”.
En una entrevista más reciente (traducida en ANRed)[vii], una de las autoras mencionadas –Tithi Bhattacharya– explicó: “La mayoría de estas actividades y la mayoría de los trabajos en el sector de la reproducción social, como enfermería, enseñanza, limpieza, están dominados por trabajadoras mujeres. Y debido a que el capitalismo es un sistema de hacer cosas, no vida, estas actividades y estas trabajadoras están fuertemente infravaloradas. L*s trabajador*s reproductivos sociales son l*s peor pagad*s, son los primeros en irse, se enfrentan al acoso sexual constante y, a menudo, a la violencia directa.” A las ocupaciones mencionadas, podríamos agregar sin dudas al Trabajo Social.
Estas tareas, estrechamente ligadas a las representaciones sobre los “deberes maternales” (y de las mujeres) son devaluadas, ninguneadas… Sin embargo, hacen al mundo girar.
Vale preguntarnos entonces, en tiempos de crisis global, en los que no están garantizadas las condiciones mínimas de reproducción de gran parte de la población: ¿Cómo sería todo si esas tareas feminizadas y desvalorizadas que sostienen la vida fueran realmente reconocidas?, ¿qué pasaría si estuvieran en el centro y no debajo de la superficie, invisibilizadas?, ¿cómo cambiarían las relaciones interpersonales, los modos de organizar y distribuir los trabajos, los cuidados y tiempos…?
8 de marzo. Día de lucha y reflexión
El Paro de mujeres convocado en Argentina en 2017 entrama la expresión política feminista de la comprensión de la importancia trabajos que hacemos mujeres y disidencias dentro y fuera del hogar. De ahí las consignas: “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”; “Nosotras movemos el mundo, nosotras lo paramos”. En este momento se produce, de acuerdo a la socióloga Paula Varela (2020)[viii], un giro en la lucha del movimiento feminista tras el cimbronazo que había significado el Ni una menos en 2015: de la instalación masiva de las mujeres como víctimas de la violencia machista hacia su valorización como trabajadoras, tanto en el mercado laboral como en los ámbitos domésticos y comunitarios. En este sentido, la herramienta de la huelga aparece dando cuenta del entrelazamiento de la condición de mujeres y trabajadoras; del enlace orgánico entre patriarcado y capitalismo.
En tiempos de crisis global, en los que no están garantizadas las condiciones mínimas de reproducción de gran parte de la población, bien vale preguntarnos: ¿Qué pasaría si esas tareas feminizadas y desvalorizadas que sostienen la vida fueran realmente reconocidas?, ¿cómo cambiarían las relaciones interpersonales, los modos de organizar y distribuir los trabajos, los cuidados y tiempos…?
El 8 de marzo es una buena oportunidad para pensar cómo se entraman y articulan los pesares de la que dejó su trabajo porque no le daban los tiempos con el bebé, la que fue acosada por su patrón, la que corrige de noche mientras el resto duerme, la que espera en la guardia del hospital a que atiendan a su padre enfermo, la que cocina para el barrio.
El 8 de marzo es una invitación a ponernos las “gafas violetas” y ver cómo la desigualdad de género –que engendra la violencia– se encuentra en las mismas fibras de nuestra sociedad; moldeando los modos en que producimos y (nos) reproducimos socialmente.
El 8 de marzo es un día de lucha que nos interpela a reflexionar y preguntarnos cómo todo podría ser de otra manera.
[i] Rodríguez Enriquez, Corina (2015), “Economía feminista y economía del cuidado. Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad” en Nuestra Sociedad, n° 256, pp. 30-44.
[ii] Young, I., 1992. Marxismo y feminismo, más allá del “matrimonio infeliz” (una crítica al sistema
dual). El cielo por asalto, II.
[iii] D’Alessandro, Mercedes (2013), Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour), Buenos Aires: Sudamericana.
[iv] Burin, Mabel (2021),“Laberintos de cristal”, en Gamba, S. y Diz, T., Nuevo diccionario de estudios de género y deminismos. Buenos Aires: Biblos.
[v] INDEC (2022), Encuesta Nacional de Uso del Tiempo 2021: resultados definitivos. Buenos Aires: Instituto Nacional de Estadística y Censos – INDEC.
[vi] Arruzza, Cinzia; Bhattacharya, Tithi y Fraser, Nancy (2019), Manifiesto de un feminismo para el 99%, Barcelona: Herder.
[vii]ANRED (2020), “La reproducción social y la pandemia, con Tithi Bhattacharya”. Entrevista realizada por Sarah Jaffe para Dissent. Traducción: Lucía Sbriller, para ANRed. Publicado el 8/04/2020.
[viii] Varela, Paula (2020), “Feminismo y sindicatos entre 2015-2018 en Argentina: articulaciones y tensiones. Una lectura desde la pregunta por el cruce entre género y clase”, en Revista Plaza Pública, Año 13-N°23, pp. 159-181.